I:
La Cicatriz de Ulises
En el Capítulo 1 de
Mímesis se comienza por relatar los sucesos de la Odisea, cuando Euriclea
reconoce a Ulises por su cicatriz. Auerbach describe la situación y luego
comienza a retratar las descripciones de personajes en cuanto a sus
sentimientos y acciones, y afirma que Homero no utiliza el elemento “tensión”
en sus relatos, sino más bien, emplea interpolaciones que crean un nuevo
presente. De esta forma, Homero no deja nada sin contar “a medio hacer, o en la
penumbra”[1],
sino que muestra todos los detalles posibles sobre cada elemento de la obra en
un solo plano, el presente.
A esto se contrapone el estilo sintáctico del
Antiguo Testamento, donde los relatos están inundados de incertidumbre y
oscuridad, carece inclusive de adjetivos descriptivos con el fin de responder a
una intención religiosa[2]. En los relatos del Antiguo Testamento, un
elemento clave es la relación con Dios, y la estructura del texto siempre
obedece a este propósito, por lo tanto, en estos textos sí hay una tensión
opresiva donde “las figuras están trabajadas sólo en aquellos aspectos de
importancia para una finalidad de la narración”. Mientras que en los textos
bíblicos hay detalles no mencionados como el lugar, el tiempo, la vida de los
personajes, Homero incorpora en sus textos todos estos elementos sin dejar
vacíos.
Auerbach también
estipula que los personajes de los relatos bíblicos siempre tienen más
trasfondo, es decir, tienen una historia anterior que define lo que son en ese
momento, situaciones internas densas. Al mismo tiempo, los personajes homéricos
tienen pasiones, problemas, pero estos se exteriorizan inmediatamente creando
una falta de trasfondo. Otro elemento clave del primer capítulo de Mímesis es
la verdad histórica, algunos ven a Homero como un autor “mentiroso” porque no
retrata la verdad tal y como ocurrió sino hechos no verosímiles, por otro lado,
los relatos bíblicos sí pretenden contar una verdad histórica y universal, que
encaje en la trayectoria del ser humano desde el principio hasta el fin de los
tiempos. Por este motivo, según Auerbach, los textos de la Biblia requieren de
interpretaciones casi forzadas para que la realidad se ajuste a los relatos, en
cambio, en Homero, las alegorías no
caben.
Homero, de este modo,
no pretende retratar hechos fehacientes sino “que mentía para agradar”[3], mientras
que los relatos bíblicos construyen a través de diferentes relatos, separados
entre sí, un único mundo verdadero y universal que engloba la doctrina y
promesa religiosa y la necesidad de una obediencia absoluta ante un Dios. La
consecuencia es que en los relatos bíblicos se genera una unidad vertical donde
todos los relatos están bajo la figura de Dios, él los moldea a su gusto y por
tanto los personajes experimentan un desarrollo temporal. En cambio, en Homero,
muchos de los personajes tienen una edad estancada, no cambian, Homero les dota
de una juventud casi inagotable.
Una última diferenciación
que hace Auerbach es la diferencia entre lo histórico y lo legendario. Los
relatos de Homero entran en la categoría de lo legendario, pues omite todo lo “contrapuesto,
resistente, diverso, secundario que se insinúa en los acontecimientos
principales”[4].
Por otro lado, lo histórico tiene elementos confusos y contradictorios porque
es de esta forma que se establecen las relaciones humanas. “La leyenda es
únivoca y decidida”, mucho más simple en cuanto a sus acontecimientos, por lo
mismo, a pesar de que hay elementos fabulosos en el Antiguo Testamento, estos
responden a una estructura histórica. Finalmente, Auerbach destaca las
divisiones sociales en los textos de Homero, donde los protagonistas son
siempre hombres, de estratos altos de la sociedad, es decir la “aristocracia
feudal”[5],
los demás tienen roles secundarios y siempre estáticos que se manifiestan en
relación a los personajes principales. Los episodios más remarcables, en
Homero, siempre ocurren en el contexto de la vida cotidiana y en una casa
señorial, y tienen un motivo concreto, mientras que esto no ocurre con “Caín y
Abel, Noé y sus hijos, Abraham, Sara y Agar, Rebeca, Jacob y Esaú”[6].
Comentario
Personal:
El primer capítulo de Auerbach
retrata claras diferencias entre los relatos Homéricos y los textos bíblicos
del Antiguo Testamento. Auerbach parte de la descripción de uno de los
episodios de la Odisea y obtiene de ahí algunas conclusiones como la de los
primeros planos y las interpolaciones, y luego describe también las escenas
bíblicas del viaje de Abraham e Isaac para demostrar al lector que hay
oscuridad y vacíos en el relato. Me pareció que los ejemplos son sumamente
claros para los puntos que Auerbach pretende probar, y caben perfectamente para
refutar la hipótesis de Goethe y Schiller sobre el elemento retardador en las tragedias.
El elemento más
llamativo del texto de Auerbch en mi opinión es la reflexión que hace el autor
sobre la mentira como fuente de deleite. Mientras la mímesis en Homero es la representación
de un realismo, el Antiguo Testamento busca realidades y verosimilitud en todos
sus textos. Esto se relaciona directamente con “La Poética” de Aristóteles,
donde el filósofo griego afirma que el rol del poeta es contar la historia como
pudo o debió haber sucedido, y así deja la puerta abierta para que el autor
realice las modificaciones pertinentes en relación a los fines que busca en el
lector. Esto es precisamente lo que hace Homero en sus textos, sin embargo, los
relatos bíblicos buscan verdad, están subyugados a la voluntad de un Dios y
pretenden que los lectores no se deleiten, sino que logren creer los
acontecimientos narrados. Es así que
Auerbach afirma que “Su producción –la del
historiador bíblico- tendía ante todo, no al realismo, que cuando lo conseguía
sólo era un medio y no un fin, sino a la verdad”[7].
Bajo esta misma línea,
Auerbach acepta que los relatos bíblicos toman prestadas algunas de las
técnicas narrativas de la leyenda. Él dice que al ser difícil escribir la
historia tal y como sucedió, se adueña de la narrativa fantástica. Aquí me
surgieron algunas dudas sobre la verosimilitud de estos relatos: ¿La forma de
la narración, puede determinar la verosimilitud de un relato? ¿Puede ser
verdadero un acontecimiento narrado en forma de leyenda? ¿Cuáles son los
parámetros para determinar si un texto es real o solamente es realista? Mucho
más allá de la comprobación científica de los textos, considero que todos,
independientemente de su género, no relatan Historia con H mayúscula, sino
historias, leyendas, fábulas, desde una sola perspectiva, la del autor,
cargadas de subjetividad. Ahora me pregunto ¿Qué elementos narrativos pueden
simular verdad? Como lo dice el mismo Auerbach, los relatos bíblicos
experimentan una “transición imperceptible de lo legendario a lo histórico”[8],
lo que implica que independientemente de la intención del autor, todos los
textos son un juego entre lo verdadero y lo inventado, la mímesis nunca puede
representar la realidad, sino las realidades, y todo texto, ficticio o no, está
cargado de elementos fantásticos.
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