Mímesis – Erich Auerbach



I: La Cicatriz de Ulises
En el Capítulo 1 de Mímesis se comienza por relatar los sucesos de la Odisea, cuando Euriclea reconoce a Ulises por su cicatriz. Auerbach describe la situación y luego comienza a retratar las descripciones de personajes en cuanto a sus sentimientos y acciones, y afirma que Homero no utiliza el elemento “tensión” en sus relatos, sino más bien, emplea interpolaciones que crean un nuevo presente. De esta forma, Homero no deja nada sin contar “a medio hacer, o en la penumbra”[1], sino que muestra todos los detalles posibles sobre cada elemento de la obra en un solo plano, el presente.
 A esto se contrapone el estilo sintáctico del Antiguo Testamento, donde los relatos están inundados de incertidumbre y oscuridad, carece inclusive de adjetivos descriptivos con el fin de responder a una intención religiosa[2].  En los relatos del Antiguo Testamento, un elemento clave es la relación con Dios, y la estructura del texto siempre obedece a este propósito, por lo tanto, en estos textos sí hay una tensión opresiva donde “las figuras están trabajadas sólo en aquellos aspectos de importancia para una finalidad de la narración”. Mientras que en los textos bíblicos hay detalles no mencionados como el lugar, el tiempo, la vida de los personajes, Homero incorpora en sus textos todos estos elementos sin dejar vacíos.
Auerbach también estipula que los personajes de los relatos bíblicos siempre tienen más trasfondo, es decir, tienen una historia anterior que define lo que son en ese momento, situaciones internas densas. Al mismo tiempo, los personajes homéricos tienen pasiones, problemas, pero estos se exteriorizan inmediatamente creando una falta de trasfondo. Otro elemento clave del primer capítulo de Mímesis es la verdad histórica, algunos ven a Homero como un autor “mentiroso” porque no retrata la verdad tal y como ocurrió sino hechos no verosímiles, por otro lado, los relatos bíblicos sí pretenden contar una verdad histórica y universal, que encaje en la trayectoria del ser humano desde el principio hasta el fin de los tiempos. Por este motivo, según Auerbach, los textos de la Biblia requieren de interpretaciones casi forzadas para que la realidad se ajuste a los relatos, en cambio, en Homero, las  alegorías no caben.
Homero, de este modo, no pretende retratar hechos fehacientes sino “que mentía para agradar”[3], mientras que los relatos bíblicos construyen a través de diferentes relatos, separados entre sí, un único mundo verdadero y universal que engloba la doctrina y promesa religiosa y la necesidad de una obediencia absoluta ante un Dios. La consecuencia es que en los relatos bíblicos se genera una unidad vertical donde todos los relatos están bajo la figura de Dios, él los moldea a su gusto y por tanto los personajes experimentan un desarrollo temporal. En cambio, en Homero, muchos de los personajes tienen una edad estancada, no cambian, Homero les dota de una juventud casi inagotable.
Una última diferenciación que hace Auerbach es la diferencia entre lo histórico y lo legendario. Los relatos de Homero entran en la categoría de lo legendario, pues omite todo lo “contrapuesto, resistente, diverso, secundario que se insinúa en los acontecimientos principales”[4]. Por otro lado, lo histórico tiene elementos confusos y contradictorios porque es de esta forma que se establecen las relaciones humanas. “La leyenda es únivoca y decidida”, mucho más simple en cuanto a sus acontecimientos, por lo mismo, a pesar de que hay elementos fabulosos en el Antiguo Testamento, estos responden a una estructura histórica. Finalmente, Auerbach destaca las divisiones sociales en los textos de Homero, donde los protagonistas son siempre hombres, de estratos altos de la sociedad, es decir la “aristocracia feudal”[5], los demás tienen roles secundarios y siempre estáticos que se manifiestan en relación a los personajes principales. Los episodios más remarcables, en Homero, siempre ocurren en el contexto de la vida cotidiana y en una casa señorial, y tienen un motivo concreto, mientras que esto no ocurre con “Caín y Abel, Noé y sus hijos, Abraham, Sara y Agar, Rebeca, Jacob y Esaú”[6].
 
Comentario Personal:
El primer capítulo de Auerbach retrata claras diferencias entre los relatos Homéricos y los textos bíblicos del Antiguo Testamento. Auerbach parte de la descripción de uno de los episodios de la Odisea y obtiene de ahí algunas conclusiones como la de los primeros planos y las interpolaciones, y luego describe también las escenas bíblicas del viaje de Abraham e Isaac para demostrar al lector que hay oscuridad y vacíos en el relato. Me pareció que los ejemplos son sumamente claros para los puntos que Auerbach pretende probar, y caben perfectamente para refutar la hipótesis de Goethe y Schiller sobre el elemento retardador en las tragedias.
El elemento más llamativo del texto de Auerbch en mi opinión es la reflexión que hace el autor sobre la mentira como fuente de deleite. Mientras la mímesis en Homero es la representación de un realismo, el Antiguo Testamento busca realidades y verosimilitud en todos sus textos. Esto se relaciona directamente con “La Poética” de Aristóteles, donde el filósofo griego afirma que el rol del poeta es contar la historia como pudo o debió haber sucedido, y así deja la puerta abierta para que el autor realice las modificaciones pertinentes en relación a los fines que busca en el lector. Esto es precisamente lo que hace Homero en sus textos, sin embargo, los relatos bíblicos buscan verdad, están subyugados a la voluntad de un Dios y pretenden que los lectores no se deleiten, sino que logren creer los acontecimientos narrados.  Es así que Auerbach afirma que  “Su producción –la del historiador bíblico- tendía ante todo, no al realismo, que cuando lo conseguía sólo era un medio y no un fin, sino a la verdad”[7].
Bajo esta misma línea, Auerbach acepta que los relatos bíblicos toman prestadas algunas de las técnicas narrativas de la leyenda. Él dice que al ser difícil escribir la historia tal y como sucedió, se adueña de la narrativa fantástica. Aquí me surgieron algunas dudas sobre la verosimilitud de estos relatos: ¿La forma de la narración, puede determinar la verosimilitud de un relato? ¿Puede ser verdadero un acontecimiento narrado en forma de leyenda? ¿Cuáles son los parámetros para determinar si un texto es real o solamente es realista? Mucho más allá de la comprobación científica de los textos, considero que todos, independientemente de su género, no relatan Historia con H mayúscula, sino historias, leyendas, fábulas, desde una sola perspectiva, la del autor, cargadas de subjetividad. Ahora me pregunto ¿Qué elementos narrativos pueden simular verdad? Como lo dice el mismo Auerbach, los relatos bíblicos experimentan una “transición imperceptible de lo legendario a lo histórico”[8], lo que implica que independientemente de la intención del autor, todos los textos son un juego entre lo verdadero y lo inventado, la mímesis nunca puede representar la realidad, sino las realidades, y todo texto, ficticio o no, está cargado de elementos fantásticos.   



[1] (Auerbach, 1996). Página 11.
[2] Ejemplo: Relato de Isaac y Abraham.
[3] (Auerbach, 1996). Página 20.
[4] Ibíd. Página 25.
[5] Ibíd. Página 27.
[6] Ibíd. Página 29.
[7] Ibíd. Página 20.
[8] Ibíd. Página 27.

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