El cuento “Ahogados
en los días” trata sobre la conversación entre un hombre y un mendigo –Bachiller
Asurero–. “Estoy sin escafandra, amigo. Regáleme una pesetita”[1],
así comienza la charla entre el narrador y el ahogado en los días, que pocos
segundos antes estaba pidiendo socorro. La conversación se reduce al mendigo
divagando, contándole al hombre que ha vivido cien vidas después de haber
estudiado filosofía. Se nota que el mendigo conoce a filósofos como Aristarco,
Empédocles, Heráclito. El mendigo inclusive llegó a actuar de Dios en una
ceremonia. Luego, el narrador hace algunos juicios sobre el Asurero “Este es el
hombre que siempre tiene un agujero en los pantalones, a través del cual se
coge el piojo que le merienda la ingle”[2],
lo define como un vago. Al final el mendigo termina con la reflexión de que
todos los hombres estamos ahogados en los días, en los años, en los siglos, y
que Dios es el cómplice. El mendigo dice ser el testigo de muchos ahogados,
pero él mismo se niega a ser uno de ellos, “yo vivo en la orillita…”[3].
Por último Asurero le devuelve al hombre la moneda y se marcha.
Probablemente
el condumio de la obra es la conversación entre los dos, cargado de contenido social
e histórico. La oposición binaria más clara en la obra es la pobreza del hombre
vs. la realidad que él mismo describe. Para el mendigo, hay hombres “Hinchadotes
de vida”[4]
que pasan sin dar medio a nadie, indiferentes a la desigualdad, a la condición
del otro. Al mismo tiempo Asurero es un hombre de muy escasos recursos, que se
cubre con una camisa sucia y que “anda con un pie calzo y otro descalzo, sintiéndose
dividido en climas como la Tierra”[5].
No sabemos si Asurero es un hombre loco o cuerdo, aunque sus aseveraciones son
bastante extrañas, sin embargo, es evidente que la miseria lo rodea. Esto se
contrapone con la realidad que viven los escribanos, los curas, los curnudos,
las viejas putas, todos los ahogados en los días. La pobreza y la riqueza son
los extremos, dos realidades diferentes pero dependientes entre sí, si una de
ellas corre peligro, la otra también. La jerarquía entre esta oposición sitúa a
la riqueza por encima de la pobreza, sin embargo, esta jerarquía también es
cuestionable, pues en este caso, la miseria le ha dado a Asurero experiencia,
vidas, sabiduría, revelaciones.
Referencias:
Dávila Andrade, C. (1984). Obras
Completas RELATO. Quito: Pontificia
Universidad Católica del Ecuador Sede en Cuenca, Banco Central del Ecuador.