Frontispicio



Biografía para uso de los pájaros – Jorge Carrera Andrade



Envuelta entre la música, la luz y las palabras.
Yo amaba la hidrografía de la lluvia,
Todo ha pasado ya, en sucesivo oleaje,
Como las vanas cifras de la espuma.
Los años van sin prisa enredando sus líquenes
La guitarra es tan sólo ataúd de canciones

Texto personal:
 El poema completo parece tratar sobre un viaje, donde poco a poco nos vamos alejando de Quito a un ambiente más campesino y por último, a la costa. El tono de los versos se va alternando entre recuerdos nostálgicos de un pasado alegre y tristeza por el paso del tiempo, incluso parecen haber referencias a la juventud o la infancia. Los seis versos que escogí son particularmente sobre la añoranza de una experiencia que ya pasó y es, por lo tanto, irrecuperable. A través de estos versos, y de toda la poesía, podemos recordar ese sucesivo oleaje que lentamente se nos ha desvanecido de las manos, la experiencia del poeta, también activa al lector a buscar en su propia vida situaciones similares y a vivir, de cierta forma, el viaje entre los versos leídos. Así logramos recuperar lo que ya hemos dejado atrás, así sea solamente una sombra del sentimiento que una vez nos envolvió.

El proceso de la lectura: una aproximación fenomenológica – Iser Wolfgang



Resumen:
Iser, en primer lugar, señala la importancia de enfrentar el texto a través de un acto de concretización. Este acto se da a través de la experiencia estética del lector, y es la única forma en la que el texto puede tomar vida y convertirse en obra. Para Iser, la existencia de la obra literaria está definida por la convergencia entre el texto y el lector, sin embargo, es esencial que el lector pueda utilizar su imaginación, caso contrario, la lectura ya no es un acto placentero, activo y creativo, sino que necesariamente conducirá al aburrimiento. Esta interacción texto-lector debe ser un proceso dinámico donde el texto escrito “impone ciertos límites a sus implicaciones no escritas”[1], pero el lector es capaz de encontrarle más significaciones.
La fenomenología, según Iser, propone examinar el modo de actuar de las oraciones consecutivas, esto significa que el texto se debe analizar en relación a la realidad que contiene en sí mismo. Iser cita las ideas de Husserl en cuanto a la existencia de pre-intenciones como expectativas que genera el lector durante el proceso de lectura. El proceso fenomenológico de lectura ocurre entonces a través de la confirmación, refutación o modificación de estas expectativas. El acto de prever es esencial en el análisis fenomenológico, sin embargo, este proceso debe encargarse de llenar las omisiones del texto, de llenar los “huecos” de la historia. De esta forma, la lectura se convierte en un proceso selectivo de toma de decisiones donde llenamos un vacío excluyendo todas las demás posibilidades. Iser afirma que es por este proceso que al lector le resulta tan diferente la primera lectura de un texto de la segunda, pues las condiciones del lector han variado.
El texto muestra una comparación entre ver las estrellas e interpretar un texto. Según Iser, el texto muestra las estrellas, pero no las líneas que las unen. Así, en el mismo conjunto de estrellas una persona puede ver un carro y otra un arado. El autor se debe encargar de establecer los límites, de mostrar las estrellas, pero nunca de revelar todo. Por otro lado, Iser también señala que el lector se encarga de tomar todos los aspectos de un texto e integrarlos para que tengan coherencia entre sí, en este proceso está siempre implícita la expectativa del lector. Un factor clave en la lectura coherente es la ilusión que genera un texto, sin embargo cabe resaltar que este factor debe ser incorporado con cuidado en el texto y no debe primar en todo él, pues “la sobredosis de ilusión puede desembocar en trivialidad”[2].
Finalmente Iser afirma que al interpretar de cierta forma, excluimos otras interpretaciones, sin embargo en el proceso de lectura estas demás posibilidades pueden comenzar a cobrar relevancia. Es por esto que como lectores logramos relacionar la realidad del texto con nuestra experiencia personal y atravesamos por la creación y ruptura de ilusiones. Los esquemas literarios conocidos, el contexto social e histórico, y los temas recurrentes en la literatura son factores que determinan nuestra forma de interpretar un texto, así, incurrimos en un proceso interactivo donde “miramos hacia delante, hacia atrás, tomamos decisiones, las cambiamos, creamos expectativas, nos extraña que no se cumplan, preguntamos, meditamos, aceptamos, rechazamos”[3].

Comentario Personal:
 “La actividad de lectura puede describirse como una especie de caleidoscopio de perspectivas, preintenciones, recuerdos”.- Iser Wolfgang.
El texto de Iser Wolfgang me pareció valioso en el sentido de que determina la metodología del análisis fenomenológico, es decir, no solamente se encarga de describir qué es fenomenología sino que señala los pasos a seguir para interpretar un texto. Este texto respondió  la pregunta que tenía acerca de cómo determinar si un análisis fenomenológico o hermenéutico no se está escapando completamente del sentido del texto. A pesar de que sí es posible que con este enfoque se incurran en divagaciones sin fundamento, también es necesario considerar que las líneas o límites que traza el  texto son las claves que el lector debe seguir para la interpretación y así alimentar el “entretejido activo de anticipación y retrospección” del que nos habla el autor.
Otro punto que me pareció interesante en el texto es la importancia de la imaginación del lector, pues para mí es a través de esta herramienta que el ejercicio de lectura se vuelve más dinámico y entretenido. El texto de Iser también afirma que  existe el riesgo de que al tratar de suprimir nuestra imaginación y hacer un análisis “objetivo” de una obra, todo se torne aburrido. Así, creo que es importante considerar el significado de una obra, pero también interpretar el significado de los elementos formales del texto. El análisis debe contener un complemento entre fondo y forma.


[1] Página 1.
[2] Página 4.
[3] Página 5.

El texto literario a la luz de la hermenéutica – Antonio Garrido Domínguez



Resumen:
El primer punto del texto de Garrido expone los modelos teórico-literarios que han aparecido a través del tiempo contraponiéndose unos con otros, algunos con enfoque en la forma y otros que le dan más importancia al sentido, por ejemplo la semiótica, la poética de lo imaginario y hermenéutica. Garrido reflexiona sobre el sentido y afirma que es una realidad evanescente, pero al mismo tiempo es inagotable. El sentido de un texto, según Garrido, está vinculado con la realidad y va más allá de la oración. Más adelante, el texto expone algunos elementos de la hermenéutica que se encuentran en otras teorías, comenzando por las ideas de Bajatín de considerar a la novela como un ideologema (realidad impregrada de sentido). Garrido también presenta la idea de Lotman de que el texto es un modelo de la realidad que guarda la memoria de la humanidad. Para Lotman ningún elemento semántico del texto es neutro, el texto es asiento y generador de sentidos, y es a través del texto que podemos “salvar del olvido estratos de la historia”[1]. Lotman habla del texto como un símbolo (objeto hermenéutico) que debe estar en contacto con el receptor para poder tomar sentido. Garrido recoge también aportes de la teoría del texto, según este enfoque el texto es un fenómeno social cuya función principal es comunicar significados y es el receptor quien toma la decisión sobre la naturaleza del texto. Finalmente Garrido propone, citando a Umberto Eco, que el texto tiene una verdad inalienable que puede ser sujeta a múltiples lecturas. A raíz del estructuralismo nace en los años 30’s la Estética de la recepción, que realza el rol del lector para con el texto.
El segundo punto comienza a tratar de la hermenéutica propiamente y expone el pensamiento de Steiner y Eco como dos autores que han sensibilizado los estudios literarios. Steiner afirma que la existencia del texto está justificada por el sentido que contiene. Este sentido, a su vez, debe ser “experimentado y disfrutado por el lector”[2]. Steiner se declara en contra de los movimientos estructuralistas y postestructuralistas, pero sobre todo contra la gran cantidad de crítica banal que no muestra el sentido del texto. Garrido también muestra las ideas de Eco sobre un texto, Eco exalta el rol activo cooperativo que el lector puede tener sobre el texto e inclusive contempla al texto como un mediador entre usuarios (autor-lector).
En el tercer punto Garrido nos acerca al pensamiento filosófico alrededor de la hermenéutica literaria, donde menciona a Schleiermarcher, Dithley, Heidegger, Gadamer y Ricoeur. Según Garrido, estos autores han respondido a la marginación del significado del estructuralismo y al excesivo relativismo del postestructualismo. Garrido define al texto con base en la orientación al exterior, es decir, su capacidad de hablar del mundo a través de referencias metafóricas. Otro elemento importante en el texto es el de “distanciamiento” que se muestra a través de la idea platónica de que el paso del texto oral al escrito genera grandes pérdidas.  Autores como Platón, Ledó  y Ricoeur coinciden en a idea de que el ejercicio el texto escrito es muy diferente al habla, y que en la relación autor-lector hay más distancia que en un diálogo. Gadamer por su parte habla de la necesidad de encontrar significados en el texto, y Valdés define al texto como “un discurso escrito al que se le ha reconocido su capacidad de redescripción”[3]. El segundo elemento que menciona Garrido es la mediación, en el sentido de que un texto es el mediador entre emisor y receptor. Al respecto, Gadamer distingue entre el antes de la lectura que necesariamente requiere “el conocimiento previo de lo que es una acción en el ámbito del quehacer humano y cuáles son los elementos que la integran”[4]. El después es la lectura propiamente dicha donde el mundo del texto converge con el mundo del lector. Gadamer, por ejemplo, ve al texto como un mediador del sentido e envuelve proceso de entendimiento, Hirsch, igualmente, considera al texto una oportunidad para el sentido. El tercer elemento que trata Garrido es la referencia, en este punto de nuevo cita a Ricoeur con respecto a la diferencia entre designación ostensiva y directa (lenguaje hablado) y designación no ostensiva (texto literario) de naturaleza metafórica. Ricoeur también reconoce la legitimidad y valor del estructuralismo al ocuparse de la dimensión semiótica del texto, sin embargo afirma que es necesario ir más allá y explorar la dimensión semántica. Finalmente Garrido cita la definición de Gadamer del texto como un “concepto hermenéutico” sujeto a interpretaciones ilimitadas.  
El cuarto y último punto Garrido indaga sobra las diferentes acepciones de la palabra “significado” en las corrientes teórico-literarias, para la hermenéutica, el significado es el núcleo del texto, portador de un saber compartido. Teóricos como Lotman y Greimas sí le dan importancia al significado, pero la atención principal se sienta en la estructura, organización y capacidad informativa del texto. Por otro lado. Dolezel ve el texto como un medio para construir otros mundos, y sobre todo las relaciones que pueden tener estos mundos con la experiencia del lector.  Interpretación como Adecuación del texto al contexto[5]. Garrido afirma que bajo el umbral de la hermenéutica encontramos interpretaciones psicoanalíticas, feministas, antropológicas, entre otras, cosa que no se puede lograr bajo un enfoque estructuralista de negación del sentido. Finalmente Garrido afirma que el aporte de la hermenéutica a la literatura radica en que ha redirigido la atención al sentido y ya no al plano puramente formal.

Comentario Personal:
“Comprender un texto es mucho más que desmenuzarlo para poner al descubierto sus interrelaciones; es preciso dejarse llevar por el texto en la dirección abierta por el mundo que lleva dentro”.- Antonio Garrido Domínguez
Personalmente encontré mucha más afinidad con el enfoque de análisis hermenéutico que con la crítica clásica, el estructuralismo y el formalismo.  Para mí, este enfoque representa el elemento que le faltaba al estructuralismo: la valoración de la experiencia del lector y la conexión del texto con la realidad. Al escribir el análisis sobre El Elefante, me resultó muy complicado dejar a un lado elementos  que para mí eran claves, como el abuso de poder o la crítica a las instituciones burocráticas del Ecuador.
Comparto la idea de que lograr despojarse de los prejuicios para conseguir objetividad es una tarea prácticamente imposible, pues cada ser humano tiene su propio bagaje, marcado por su contexto cultural, el lugar donde nació, su educación, su religión, e inclusive factores pasajeros como el estado de ánimo. Todos estos elementos no necesariamente son perjudiciales para incurrir en una lectura y su análisis, sino que pueden también ser enriquecedores por la multiplicidad de significados que se pueden encontrar en un texto literario.
Con el paso del tiempo, como afirma Garrido “la conexión lengua-mundo se ha visto progresivamente sustituida por el interés hacia la constitución interior de la propia lengua”[6], esto es precisamente lo que han conseguido los enfoques más formalistas. A mi parecer es necesario encontrar una teoría que se ocupe de la relación lengua-mundo, y del sentido de un texto, al mismo tiempo que considera elementos de forma. Cabe resaltar aquí que la hermenéutica no necesariamente se opone al estructuralismo, pues encontramos en este mismo ensayo referencias a Lotman y Greimas, sino que rescata algunos conceptos del estructuralismo y les da un enfoque más interpretativo. Inclusive encontramos una similitud entre el texto de Garrido sobre Hermenéutica y el Capítulo de Eagleton sobre estructuralismo, en el sentido de que ambos idealizan la existencia de un lector modelo necesario para la interpretación del texto. Finalmente, Según Garrido podemos tomar dos posiciones al analizar un texto, la primera es “negar su carácter plural en términos interpretativos” y la segunda es “afirmar que las interpretaciones posibles son ilimitadas”[7], al escoger la segunda posición, el lector es capaz de tomar un rol mucho más activo en el texto y llegar a ser un colaborador para encontrar su sentido. 

Referencias:
Garrido Domínguez, A. (2004). El texto literario a la luz de la hermenéutica. Madrid: SIGNA.


[1] (Garrido Domínguez, 2004), Página105.
[2] Ibíd. Página 108.
[3] Ibíd. Página 113.
[4]Ibíd. Página 114.
[5] Ibíd. Página 120.
[6]Ibíd. Página 108.
[7] Ibíd. Página 117.

El conflicto entre fenomenología y hermenéutica en El origen de la obra de arte de Martin Heidegger – Evodio Escalante

El origen de la obra de arte – Martin Heidegger



Resumen:
Heidegger comienza por definir origen como “aquello a partir de donde y por lo que una cosa es tal y como es”[1], es decir, el origen es la fuente de la esencia de una cosa. El objetivo del texto es determinar el origen de la obra de arte, sin embargo Heidegger comienza por preguntarse qué es el arte en relación a la obra y el artista ¿es la obra el origen del arte o el arte el origen de la obra? Él mismo dice que este un círculo vicioso que es necesario recorrer. Luego, Heidegger comienza a indagar en el carácter de una cosa y afirma que la obra es arte porque lleva consigo símbolos y alegorías.
En el siguiente capítulo, “La cosa y la obra”, Heidegger reflexiona sobre qué es la cosa a fin de diferenciar la cosa de la obra.  Para definir la cosa, Heidegger propone y refuta tres acepciones de “coseidad”. La primera define a la cosa como “aquello alrededor de lo que se han agrupado las propiedades”[2], bajo este enfoque, la cosa es un ente que está definido a través de las características que posee. Heidegger descarta este concepto, pues afirma que describe a cualquier ente y no necesariamente a una cosa. Más adelante, Heidegger expone la definición de la cosa como una “unidad de una multiplicidad de lo que se da en los sentidos”[3], es decir, aproximamos excesivamente a la cosa a un nivel personal. La tercera propuesta de Heidegger es tomar la cosa tan y como se presenta con dos elementos: la materia y la forma, sin embargo, también refuta esta hipótesis. En el mismo capítulo Heidegger distingue entre la “mera cosa”, el utensilio y la obra de arte, y examina las características de cada uno de ellos, definiendo al utensilio como una obra de arte a medias y una cosa a medias. Al final del capítulo Heidegger describe unas botas de campesino de un cuadro de Van Gogh para darle las características de ser-utensilio, las dos características que propone son utilidad y fiabilidad (plenitud de un modo de ser esencial del utensilio)[4]. En este caso, la obra sirve para ilustrar cómo es el utensilio. Aquí encontramos un debate sobre la esencia del arte entre la verdad y la belleza, y finalmente Heidegger afirma que “la obra no se trata de la reproducción del ente singular que se encuentra presente en cada momento, sino más bien de la reproducción de la esencia general de las cosas”[5].
El segundo capítulo se denomina “La obra y la verdad” y comienza con el enunciado “El origen de la obra de arte es el arte. Pero ¿Qué es el arte?”[6]. Según Heidegger, es menester que la gran obra de arte pueda subsistir sobre sí misma, esto implica aislarla de toda relación con el artista, la empresa artística, las instituciones oficiales, la crítica, el comercio, la historia del arte. Solo así la obra puede abrirse tal y como es.  Heidegger dota de dos rasgos esenciales de la obra: abrir un mundo y traer aquí la tierra. Levantar un mundo implica consagrarse sobre sí misma, glorificarse, erguirse, y traer aquí a tierra significa mostrar a través de la creación. En este mismo capítulo Heidegger reflexiona sobre la verdad como lo auténtico, lo real, la esencia y concluye que el desocultamiento del ente es verdad, él afirma que “la belleza es uno de los modos de presentarse la verdad como desocultamiento”[7].
El tercer y último capítulo es “La verdad y el arte”, aquí Heidegger plantea que “el origen de la obra de arte y del artista es el arte”[8], y que el reposo de la obra está presente en la lucha entre la tierra y el mundo. El carácter de la obra, para Heidegger, debe necesariamente ser tomada como algo efectuado, es decir, creado por el artista. Crear es considerado por Heidegger como “un producir o traer delante”[9], y lo diferencia así de la fabricación de utensilios por el proceso de creación que conlleva. El traer delante de una obra implica creación dentro de lo creado, y el traer delante de un utensilio significa que está listo para ser utilizado. Heidegger también se refiere a la necesidad de que una obra tenga cuidadores, es decir, personas que se mantengan en el interior de la apertura que la obra muestra, esta es la única forma de que la obra fecunde.  Para Heidegger, la obra solamente tiene carácter de cosa por ser un objeto, terrestre.  Finalmente, Heidegger afirma que la obra es parte de la naturaleza y su realidad efectiva está en ser obra y ser creación. El autor también destaca el lugar privilegiado del poema entre todas las artes  porque el lenguaje “es el primero que consigue llevar a lo abierto a lo ente en tanto que ente”[10]. En este sentido, Para Heidegger nombrar es una forma de acceder a la verdad a través de la palabra y es así como se logra el desocultamiento auténtico. Al final Heidegger nos dice que el arte es la historia de un pueblo.

Comentario Personal:
“Lo que despliega el poema en tanto que proyecto esclarecedor de desocultamiento y que proyecta hacia adelante en el rasgo de la figura, es el espacio abierto, al que hace acontecer, y de tal manera, que es sólo ahora cuando el espacio abierto en medio de lo ente logra que lo ente brille y resuene”.-Martin Heidegger.
El modo de escribir de Heidegger en un comienzo me resultó demasiado complicado de entender, pues su estilo de reflexión ocurre siempre a través de preguntas o de ideas que son planteadas por él mismo, pero más adelante es él quien las refuta. Otro elemento que me pareció complejo es comprender bien el lenguaje que utiliza, tal vez por efectos de la traducción, por ejemplo, cuando hace referencia a palabras griegas traducidas al latín que no se muestran con un equivalente en español.
 A pesar de que el autor indaga en conceptos ajenos al origen de la obra de arte, como la esencia de la cosa y del utensilio, al final todo esto se conecta con la idea principal: diferenciar la obra de arte de otras cosas. Una idea que me llamó bastante la atención, pero que sin embargo, no es lo suficientemente amplia en el texto es la idea del símbolo y la alegoría en la obra como forma esencial de diferenciarla de otros elementos. Esta idea solamente es mencionada al principio, pero no es profundizada. Tal vez es a esta alegoría artística a la que se refiere Heidegger cuando afirma que el arte es una forma de descubrir la verdad, de desocultarla de la tierra y traerla de vuelta. Al final Heidegger hace una conexión interesante entre el arte y la historia, y resalta la importancia de que el arte es un origen en sí misma, por lo tanto, no se la puede considerar una manifestación cultural corriente. Este enunciado demuestra el gran peso  que Heidegger le da al arte al final del texto, y así vemos que el arte es génesis y devenir. 

Referencias:
Heidegger, M. (1996). El origen de la obra de arte. Madrid: Alianza.


[1] (Heidegger, 1996). Página 1.
[2] Ibíd. Página 6.
[3] Ibíd. Página 8.
[4] Ibíd. Página 15.
[5] Ibíd. Página 19.
[6] Ibíd. Página 20.
[7] Ibíd. Página 34.
[8] Ibíd. Página 35.
[9] Ibíd. Página 36.
[10] Ibíd. Página 45.