Resumen:
Heidegger
comienza por definir origen como “aquello a partir de donde y por lo que una
cosa es tal y como es”[1],
es decir, el origen es la fuente de la esencia de una cosa. El objetivo del
texto es determinar el origen de la obra de arte, sin embargo Heidegger
comienza por preguntarse qué es el arte en relación a la obra y el artista ¿es
la obra el origen del arte o el arte el origen de la obra? Él mismo dice que
este un círculo vicioso que es necesario recorrer. Luego, Heidegger comienza a
indagar en el carácter de una cosa y afirma que la obra es arte porque lleva
consigo símbolos y alegorías.
En
el siguiente capítulo, “La cosa y la obra”, Heidegger reflexiona sobre qué es
la cosa a fin de diferenciar la cosa de la obra. Para definir la cosa, Heidegger propone y
refuta tres acepciones de “coseidad”. La primera define a la cosa como “aquello
alrededor de lo que se han agrupado las propiedades”[2],
bajo este enfoque, la cosa es un ente que está definido a través de las características
que posee. Heidegger descarta este concepto, pues afirma que describe a
cualquier ente y no necesariamente a una cosa. Más adelante, Heidegger expone
la definición de la cosa como una “unidad de una multiplicidad de lo que se da
en los sentidos”[3],
es decir, aproximamos excesivamente a la cosa a un nivel personal. La tercera
propuesta de Heidegger es tomar la cosa tan y como se presenta con dos
elementos: la materia y la forma, sin embargo, también refuta esta hipótesis.
En el mismo capítulo Heidegger distingue entre la “mera cosa”, el utensilio y
la obra de arte, y examina las características de cada uno de ellos, definiendo
al utensilio como una obra de arte a medias y una cosa a medias. Al final del
capítulo Heidegger describe unas botas de campesino de un cuadro de Van Gogh
para darle las características de ser-utensilio, las dos características que
propone son utilidad y fiabilidad (plenitud de un modo de ser esencial del
utensilio)[4].
En este caso, la obra sirve para ilustrar cómo es el utensilio. Aquí
encontramos un debate sobre la esencia del arte entre la verdad y la belleza, y
finalmente Heidegger afirma que “la obra no se trata de la reproducción del
ente singular que se encuentra presente en cada momento, sino más bien de la
reproducción de la esencia general de las cosas”[5].
El
segundo capítulo se denomina “La obra y la verdad” y comienza con el enunciado “El
origen de la obra de arte es el arte. Pero ¿Qué es el arte?”[6].
Según Heidegger, es menester que la gran obra de arte pueda subsistir sobre sí
misma, esto implica aislarla de toda relación con el artista, la empresa
artística, las instituciones oficiales, la crítica, el comercio, la historia del
arte. Solo así la obra puede abrirse tal y como es. Heidegger dota de dos rasgos esenciales de la
obra: abrir un mundo y traer aquí la tierra. Levantar un mundo implica
consagrarse sobre sí misma, glorificarse, erguirse, y traer aquí a tierra
significa mostrar a través de la creación. En este mismo capítulo Heidegger
reflexiona sobre la verdad como lo auténtico, lo real, la esencia y concluye
que el desocultamiento del ente es verdad, él afirma que “la belleza es uno de
los modos de presentarse la verdad como desocultamiento”[7].
El
tercer y último capítulo es “La verdad y el arte”, aquí Heidegger plantea que “el
origen de la obra de arte y del artista es el arte”[8], y
que el reposo de la obra está presente en la lucha entre la tierra y el mundo.
El carácter de la obra, para Heidegger, debe necesariamente ser tomada como
algo efectuado, es decir, creado por el artista. Crear es considerado por
Heidegger como “un producir o traer delante”[9], y
lo diferencia así de la fabricación de utensilios por el proceso de creación
que conlleva. El traer delante de una obra implica creación dentro de lo
creado, y el traer delante de un utensilio significa que está listo para ser
utilizado. Heidegger también se refiere a la necesidad de que una obra tenga
cuidadores, es decir, personas que se mantengan en el interior de la apertura
que la obra muestra, esta es la única forma de que la obra fecunde. Para Heidegger, la obra solamente tiene
carácter de cosa por ser un objeto, terrestre. Finalmente, Heidegger afirma que la obra es
parte de la naturaleza y su realidad efectiva está en ser obra y ser creación. El
autor también destaca el lugar privilegiado del poema entre todas las
artes porque el lenguaje “es el primero
que consigue llevar a lo abierto a lo ente en tanto que ente”[10].
En este sentido, Para Heidegger nombrar es una forma de acceder a la verdad a
través de la palabra y es así como se logra el desocultamiento auténtico. Al
final Heidegger nos dice que el arte es la historia de un pueblo.
Comentario Personal:
“Lo
que despliega el poema en tanto que proyecto esclarecedor de desocultamiento y
que proyecta hacia adelante en el rasgo de la figura, es el espacio abierto, al
que hace acontecer, y de tal manera, que es sólo ahora cuando el espacio abierto
en medio de lo ente logra que lo ente brille y resuene”.-Martin Heidegger.
El
modo de escribir de Heidegger en un comienzo me resultó demasiado complicado de
entender, pues su estilo de reflexión ocurre siempre a través de preguntas o de
ideas que son planteadas por él mismo, pero más adelante es él quien las
refuta. Otro elemento que me pareció complejo es comprender bien el lenguaje
que utiliza, tal vez por efectos de la traducción, por ejemplo, cuando hace
referencia a palabras griegas traducidas al latín que no se muestran con un equivalente
en español.
A pesar de que el autor indaga en conceptos
ajenos al origen de la obra de arte, como la esencia de la cosa y del
utensilio, al final todo esto se conecta con la idea principal: diferenciar la
obra de arte de otras cosas. Una idea que me llamó bastante la atención, pero
que sin embargo, no es lo suficientemente amplia en el texto es la idea del
símbolo y la alegoría en la obra como forma esencial de diferenciarla de otros
elementos. Esta idea solamente es mencionada al principio, pero no es
profundizada. Tal vez es a esta alegoría artística a la que se refiere
Heidegger cuando afirma que el arte es una forma de descubrir la verdad, de
desocultarla de la tierra y traerla de vuelta. Al final Heidegger hace una
conexión interesante entre el arte y la historia, y resalta la importancia de
que el arte es un origen en sí misma, por lo tanto, no se la puede considerar
una manifestación cultural corriente. Este enunciado demuestra el gran
peso que Heidegger le da al arte al
final del texto, y así vemos que el arte es génesis y devenir.
Referencias:
Heidegger, M.
(1996). El origen de la obra de arte. Madrid: Alianza.
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